Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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Cosas de mujeres: algunos viajes en grupo. C. Mendina


Cosas de mujeres. Historias de algunos viajes

María Celia Mendina 


“Viajar nos revela una parte del alma que aún no conocíamos”
 (Joan Nogué – Prof. De Geografía Humana, Universidad de Girona, España)


Hace ya diez años, en el ’96, comenzamos un viaje, mejor dicho, varios viajes: el del programa, el del equipo y los de cada grupo, cada sesión...

Creo que tanto la vida como el trabajo pueden ser considerados como un viaje y cada grupo, otro viaje particular, diferente.  Pero ¿por qué un viaje? Luego explicaré de dónde me surgió la idea de la relación entre el grupo y el viaje.

Del diccionario de la R.A.:“Viaje: 1. itinerario, trayecto. 2. recorrido que se hace de un lugar a otro. 3. carga que se lleva de un lugar a otro, de una vez.”
“agarrar viaje”: Argentina y Uruguay, frase coloquial: aceptar una propuesta o invitación, también, decidirse a realizar algo. En ambos sentidos, podríamos decir que, tanto las mujeres como el equipo, “agarramos viaje”.

Viaje del equipo

El ámbito de trabajo es un pueblo del Noroeste madrileño, con 65.000 habitantes censados, con predominio de clase media/media-alta.
El equipo lo constituíamos dos Trabajadoras Sociales, un coordinador y yo, ambos psicólogos. El viaje del equipo transcurrió, los primeros cinco años, realizando grupos con la observación, alternativamente en cada grupo, por parte de una de las Trabajadoras Sociales, la supervisión por parte del psicólogo- coordinador y la coordinación del grupo, por mi parte. Nuestra función era la de “facilitadores” de la tarea y “acompañantes” del grupo.
Contamos, en todos los grupos, con el apoyo de informantes externos, profesionales expertos en los diferentes temas que íbamos planteando y que acudían sesión por medio. Serían los “proveedores de cartografías”, que brindaban “líneas” por las que transitaba cada grupo.

Por circunstancias que sería muy extenso detallar, en el 2001 se produjo un cambio en la Concejalía de Servicios Sociales, y las T.Sociales pasaron a formar parte de otras áreas y, a su vez, los psicólogos nos agrupamos en una nueva Área: de Orientación y Apoyo Psicológico. Por lo tanto, y aún a su pesar,  se vieron obligadas a desvincularse del equipo. Por tanto, el equipo está constituido, en la actualidad, por tres psicólogos, uno de ellos coordinador de área.


Viaje del programa

¿Por qué comenzó el programa? Fue a partir de la demanda detectada por las dos Trabajadoras Sociales que observaban dificultades en las relaciones de las mujeres que venían a consultarles por diferentes motivos (pedían ayudas de comedor, guardería, buscaban trabajo, dudaban si separarse o no de sus maridos, etc,)  Ellas percibían que había “algo más”, a lo que no podían dar respuesta con la mera ayuda... Se pensó en la necesidad de organizar un encuentro (un grupo) entre varias de las mujeres que consultaban,  con el objeto de buscar respuesta a sus necesidades e inquietudes menos evidentes, pero no menos importantes.

El nombre inicial del programa era: “Programa de atención a mujeres en situación de especial dificultad en sus relaciones de familia” (Creo que era tan largo, pero tan largo el título, que era intransmisible, uno se perdía por el camino del enunciado:, como si definiendo exhaustivamente el contenido, el objeto o la tarea se preservara de fallos o confusiones)

El viaje del programa fue desde lo más amplio, abierto, multitudinario (talleres) a lo más restringido, más específico, selectivo (grupos). Creo que habría que destacar ciertas diferencias entre los primeros Talleres y los Grupos posteriores: los primeros grupos no se denominaban así, sino Talleres, creo que esto fomentaba la confusión, pues potenciaba la idea de venir a aprender alguna habilidad o a incrementar conocimientos.
Pensamos en “Talleres” como forma de encuentro. Fue un comienzo del aprendizaje del equipo para detectar las necesidades de las mujeres, ya que no eran explícitas, ellas hablaban de “vagos” malestares.
Los talleres dieron respuesta a algunas cuestiones tales como:
+ un espacio para que las mujeres se encuentren
+ para que hablen entre ellas
+ para que escuchen, como en espejos sonoros, problemas que consideraban como individuales, privados, íntimos, casi intransmisibles.

Comenzamos haciendo folletos para promocionar cada taller, buscando fórmulas o enunciados atrayentes. Incluso organizamos Mesas Redondas, Conferencias con gente más o menos conocida, para introducir el tema. Una especie de Marketing, como tantas otras!
Algo se debió mover, o quizá el ruido de las ruedas del tren se fue haciendo más alto,  la cuestión es que hasta en una misa del pueblo el Sr. Cura habló de nosotros: dijo que estábamos atentando contra la familia ( esto es Marketing indirecto, no lo habíamos planeado ¡!!) al plantear un taller denominado “Crisis en la pareja”, tanto por mencionar “crisis”, cuanto por hablar de “pareja” y no de “familia”. (destaco que las crisis atraviesan todos los recorridos, tanto en el sentido de ruptura cuanto como oportunidad de cambio).

Revisando los temas y el desarrollo de los diferentes grupos/viajes, observamos que los primeros tenían una afluencia numerosa, por la forma de convocar, por la invitación a participar: más que “viajes”, parecían “excursiones” multitudinarias, donde las mujeres venían a conocer gente, a interesarse por algunos temas. (Del diccionario: “excursión: ida a alguna ciudad, museo o paraje para estudio, recreo o ejercicio físico”. Pareciera que lo que primaba  era  el interés por encontrarse con otras mujeres). Llegábamos a reunir a 20/25 mujeres en cada taller.
Los temas que fuimos abordando en diversos talleres y grupos fueron:

· “Mujer y familia”
· “Relaciones de pareja”
· “La mujer imprescindible”
· “Ocupaciones y preocupaciones”
· “Palabra de  mujer”
· “Pareja en crisis”
· “Crisis en la pareja”
· “Relaciones de la mujer de hoy”
· “Crisis y posibilidades de cambio para la mujer”
· “De los cambios y las crisis”
· “La violencia invisible”

A partir de “Palabra de mujer” (en el 2000) fuimos variando las convocatorias, no haciéndolas tan abiertas, ni siquiera con folletos, buscando cada vez más profundos los temas. El equipo detectó que había mujeres con problemáticas más profundas, que en esos grupos tan grandes no era posible atender, que no encontraban su espacio.

Fuimos viendo que las necesidades de las mujeres en los talleres no se expresaban o sólo lo hacían con dificultad. Tampoco se establecía un
compromiso de trabajo en el tiempo.
Fuimos aprendiendo con las mujeres a ponerle nombres más adecuados a las cosas:  comenzamos a llamarlo grupo, con mayor definición de la tarea. En el grupo se comprometían más.
Fuimos detectando que había cosas que en los talleres no se nombraban o sólo salían en forma de quejas anecdóticas, hasta que, por fin, en los grupos, se pudo llegar a hablar abiertamente de crisis, maltrato psicológico y físico.


Viaje de un grupo

Quiero relatar brevemente el recorrido del último grupo, “La violencia invisible”, a través del viaje de Maravillas (así la llamaré) una mujer de 53 años que resultó ser uno de los emergentes más destacables de todo el viaje/grupo. Destaco que no voy a entrar en el tema del maltrato, y que lo que relato es con el máximo respeto, muy lejos de banalizarlo. Hubo varios momentos en que recordé la frase de Jorge L. Borges: “no nos une el amor, sino el espanto, será por eso que te quiero tanto”.
Fueron 9 meses (¿una gestación?) de trayectoria, de intenso trabajo, con un grupo inicial de 10 mujeres, de las que acabaron 5: el núcleo de “intrépidas” (Del diccionario: “intrépido,da: que no teme en los peligros”). También había 2 integrantes, que asistían de forma discontinua: se acercaban y alejaban del grupo, pues no podían soportar la participación/ implicación semanal. Tanto ellas, como las que se fueron bajando del “tren” al comienzo, hubieran necesitado más tiempo para poder trabajar, para poder plantearse sus dificultades.
En resumen, el grupo de v.v. (valientes viajeras), se componía de:

M.A., 37 a, a.de c., 2 hijos, luego de pasar por otro grupo y una terapia individual, fue derivada por sufrir descalificaciones y maltrato económico por parte de su pareja: luego de 12 años de convivencia, él no le reconocía ni su parte en la sociedad en la que ambos habían trabajado, ni el piso que habían comprado (todo estaba a nombre de él). Durante el recorrido del trabajo grupal, consiguió trabajo, asistió con su pareja a entrevistas de mediación, abrió una cuenta a su nombre y había empezado a negociar el poner a nombre de ambos las propiedades…
C., 33 a, Profesora, mellizos de 2 a., 5 años de casada, fue dándose cuenta de que él la maltrataba: le fue poniendo nombre a sus palabras despectivas y descalificaciones y empezó a llamarles insultos. Presentó demanda de separación por malos tratos, con la sorpresa de que la Justicia fue por delante de sus sentimientos: comenzaron los juicios rápidos y, antes de transcurrido un mes de haberla presentado,  el Juez dictó sentencia, con separación y alejamiento físico inmediatos. Vino al grupo para elaborar la separación, para procesar la ambivalencia que experimentaba: no quería seguir soportando las descalificaciones y humillaciones, pero dudaba pues
sentía que“él es un buen padre y también nos quisimos”.Sentía la decisión del Juez como algo impuesto.
V. 24 a., tiene una hermana melliza, lleva 5 a de novios, siente pánico a estar sola. Consulta a partir de haberse producido un incidente con el novio, que le asustó y le hizo pensar que algo no iba bien. Vivían cada uno con sus respectivos padres y una noche, en la que habían salido y discutido, él la abrazó y pretendía retenerla, impidiéndole irse a su casa. Ella sintió en ese estrecho abrazo, por primera vez, que había en él un intento de control, de dominación que le resultaba muy desagradable, incómodo, incluso llegó a sentir miedo. En el grupo, a través de los recorridos de y con sus compañeras, fue mirándose en un espejo, futuro potencial de su relación, que le hizo cuestionarse el probable desarrollo de su relación. Incluso llegó a plantearse/le una ruptura, que se tradujo en un cambio en su posición en la relación, comenzando a vivir un poco su vida, manteniendo otros vínculos, sin estar exclusivamente ligada a él.
S. 30 a. Ingeniera, 2 hijos de 5 años (mellizos). Había mantenido 8 años de relación, con constantes descalificaciones y agresiones verbales, que fueron mermando su autoestima, haciéndole dudar de su valía. Se separa poco antes de comenzar el grupo, también tuvo sentencia casi inmediata, se benefició de los llamados “juicios rápidos”. Es de las que más aprovecharon
el trayecto: cuando acabó el grupo e hicimos la evaluación, expresó que ella se consideraba de”alta total”, como si hubiera sido un coche destartalado que llega al taller (grupo) y sale con chapa, pintura y motor relucientes, como de un 0 kilómetro.

Por último, Maravillas, una mujer de 53 años que vino al grupo con la mirada gacha, como con culpa por venir, por pensar, por hablar, sintiendo que lo suyo no era interesante para el grupo y, sobre todo, que no tenía arreglo: llevaba 28 años casada con un hombre que, desde el 5º día después de haberse casado, la humillaba, insultaba y descalificaba permanente, cotidianamente. Tienen 2 hijos varones, de 27 y 23 años. Dice que “hasta había llegado a pegarme, pero sólo una o dos veces”. Ella había retirado la denuncia, por miedo a que él se enfadara y la agresión fuera a más. Su deseo más oculto, su motor, era moverse, salir de ese “lugar oscuro”. Recordaba una escena infantil donde, jugando, había caído en un pozo y pensó que nadie la iba a rescatar, hasta que un hombre la sacó. Ese pozo era una referencia constante en su discurso. Del pozo actual, no salió con la ayuda de un hombre, sino de varias mujeres (el grupo)
No faltaba a ninguna sesión, era de las primeras en llegar, aunque al principio hablaba muy poco.
Ella fue quien me dio la pista para pensar en el viaje, los viajes, en relación con el grupo.
Tenían 2 casas, escrituradas a nombre de ambos, una en el pueblo y otra, a tan sólo   10 Km. El grupo le señalaba la oportunidad de irse, pero ella no podía verla, no podía aceptarla. (Si nos pusiéramos kleinianos,  podríamos pensar en la casa/pecho bueno y la casa/pecho malo: al hogar en el que sufría maltrato le tenía depositadas todas las ventajas, más grande, mejor ubicada, mejor casa, sin tener en cuenta la situación de maltrato. A la otra, más pequeña, en un pueblo menos importante, le veía todas las dificultades, por temor a la nueva situación, como otra expresión de su resistencia al cambio)
Cada fin de semana, promediando el viaje grupal, ella sola cogía un autobús para ir a Madrid (18 Km desde su casa) por donde paseaba, daba vueltas por la ciudad observando casas, gentes, lugares, gestos y luego, de noche, regresaba al hogar. Volvía con la cabeza y el corazón llenos de sensaciones y pensamientos, procesándolos en parte en el trayecto y luego, en el grupo.
P. Rivière decía que, muchas veces, “lo más superficial es lo más profundo”. También, que “su conducta y sus síntomas son expresión de sí misma, a la vez que del grupo y la sociedad a la que pertenece. Su enfermedad es un emergente grupal y ella, la portavoz”
Pudo hacer ese recorrido de un pueblo a otro ( 10 Km) de una casa a la otra, de una situación de compañía con maltrato a otra de soledad con dignidad, gracias al trabajo grupal, al impulso, la fuerza, la claridad que fue adquiriendo, como lo expresó en la evaluación final. Su viaje  casi fue un viaje a la Luna!
El grupo le dio la confianza, la fuerza, la claridad que necesitaba.
“No es fácil desnudarse” dijo en una sesión. Escena: llegó a sentirse tan a gusto en el grupo que se descalzó, como una metáfora del desnudarse. Llegó un día con unas botas nuevas, sonrojándose confesó al grupo que sentía muy oprimidos los pies, que si no fuera porque era tímida y le daba vergüenza, se hubiera descalzado. A propuesta de S., todas se fueron descalzando para que ella no se sintiera sola y estuviera cómoda, desnudos los pies (¿y el alma?) Al descalzarse, se desnudan, se liberan de una opresión, simbólicamente depositada en los zapatos, en el calzado: algo que ayuda a andar, aunque también puede bloquear, oprimir
Eran ensayos del otro viaje, del más difícil, el de la separación. Tardó en decidirlo, pero lo hizo justo 4 sesiones antes que terminara el recorrido grupal, con la claridad y la certeza de que nada iba a ser igual, que no había marcha atrás: decía “ya no me vuelvo atrás”. Nada volverá a ser igual luego de hacer un viaje/un grupo
Uno de los beneficios del viaje/grupo es la palabra, se comienza a poner nombre al dolor, a la insatisfacción, a los miedos, la angustia, a la frustración, a la impotencia. En el grupo, como en un viaje, comienzan a plantearse dudas y responderse preguntar largamente retenidas:
¿por qué a mí? ¿por qué no me salen las cosas? ¿seré distinta a la demás?
¿qué es lo que he hecho mal? ¿qué tendría que haber hecho?
El grupo es el vehículo idóneo para recorrer los afectos, las emociones y las estaciones del dolor y del disfrute, para pararse a dar significado a los sentimientos. También, para darse cuenta de los lugares que cada una ocupa, en cuáles está más cómoda, en qué otros está más frágil como para desnudarse y en cuales se puede ir “soltando amarras”, descargando lastre, lo que no sirve.

El grupo, como el viaje, incita hacia lo desconocido: “Viajar es, en esencia, moverse hacia un espacio desconocido” (Joan Nogué – Prof. De Geografía Humana, Universidad de Girona, España)

No se concibe un viaje hacia lo conocido, como tampoco un grupo cuyos integrantes no se muevan, aunque sea un paso, de los lugares iniciales.


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